martes, 27 de enero de 2015

Feuvert y sus misteriosos cambios de aceite

     Fui cliente de Feuvert.  Desde hace bastantes años cambiaba aceite, filtros,... es tipo de tonterías de mantenimiento. Pero después de mi última experiencia con ellos, en diciembre de 2014, he decidido dejar de usar sus servicios.

     Hace más o menos un mes me dirigí a "mi" Feuvert habitual, el ubicado en el Carrefour de La Calzada - Gijón, para cambiar el aceite de mi coche diésel. Sólo cambié el aceite a pesar de su insistencia en cambiar también el filtro, algo que hago desde que tengo coche y éste ya tiene más de 400.000 km.

     Tras una hora el coche en el taller me enviaron un SMS al móvil indicando que ya podía recogerlo cuando quisiera. Tras pagar, me dirigí a mi casa, que está a escasos 600 m del taller. En el garaje me dio por mirar los niveles y comprobé sorprendido que el aceite de la cala estaba completamente negro, sin tonos de color marrón y sin textura de nuevo. Llamé inmediatamente al taller para comunicárselo y el encargado me invitó a que pasara por las instalaciones. Al día siguiente, a primera hora, me dirigí al taller, pero estaba un encargado de tienda diferente al del día anterior. Le expuse el problema y le invité a que comprobara cómo estaba el aceite, ya que el coche estaba aparcado en el propio aparcamiento de la tienda. La respuesta: negativa, que él no iba a comprobar nada. Inmediatamente le pedí una hoja de reclamaciones y la llevé acto seguido a las oficinas del Ayuntamiento de Gijón para darle curso.

     Hace unos días recibí una carta del Ayuntamiento en la que me pedían que aportara la factura y la prueba de lo que afirmaba en la queja. ¡¡Después de un mes y 1200 km quieren una prueba!! ¿Cómo voy a conseguir esa prueba? De ninguna forma, a pesar de que el encargado de la tienda tuvo la oportunidad de hacerlo. ¡Uhhmm! Será porque él era conocedor de que no hacen realmente los cambios de aceite y no quiso comprobar nada porque quedaría en evidencia. No sé, pero desde luego no me van a ver el pelo nunca más. ¡Ah! Me decía que el color negro del aceite era normal porque no había cambiado el filtro. Ya he hecho unos pocos cambios de aceite y se nota cuando es nuevo o está usado, y este estaba igual de negro que el carbón.

      La hoja de reclamaciones, en la que pedía que me hicieran el cambio de aceite "de nuevo", sólo me hizo perder el tiempo y dinero. Parece que el único daño que se les puede hacer a esta gente es a través de un post como este en el que denuncias prácticas que como poco son sospechosas.

viernes, 9 de enero de 2015

Mercaplana y otras maneras de educar a los niños

     Como buen gijonés, desde pequeño he ido a Mercaplana más veces que la mano de Bilbo y Frodo a sus bolsillos a tocar el Anillo de Poder. Y los que no sois de Gijón os preguntaréis qué es eso de Mercaplana. Pues bien, es un salón de ocio dedicado a niños y preadolescentes, ubicado en el Recinto Ferial  Luis Adaro, vamos, en el recinto de la Feria de Muestras de toda la vida (al lado del campo de fútbol de El Molinón), y que abre al público coincidiendo con las vacaciones escolares de Navidad. La de este año fue la edición 42, aunque hubo hace pocos años un parón debido a su supuesta inviabilidad económica.

     Cuando era crío, allá en los años 80, todos los niños estábamos deseosos de la llegada de la Navidad entre otros motivos por las ganas de ir a Mercaplana. Siempre fui aficionado al ajedrez, y en aquellas ediciones había un campeonato en el que participaba, aunque sin mucho éxito he de decir. Estaban en auge las máquinas recreativas y podías jugar ¡¡¡¡gratis!!!!, había una especie de piscina con barcos teledirigidos que costaba 25 pesetas, se presentaban los"últimos" juegos de ordenador,... La base de entretenimiento era la misma que en la actualidad, aunque no recuerdo que hubiera tanto adulto como hoy en día: recuerdo ir sólo o con algún amigo con 11 ó 12 años ¡sin padres! Ahora es impensable que un niño se encuentre en el recinto sin sus progenitores, tíos, abuelos,....  Y lo más importante y educativo: lo que queríamos nos lo ganábamos nosotros mismos haciendo colas, más o menos largas en función del éxito de la atracción.

     ¿Qué pasa ahora que me hierve la sangre cada vez que lo veo y padezco? Que nada más entrar en Mercaplana, los familiares de los niños corren (literalmente) para hacer ellos la cola para que sus niñitos pueda acceder al taller de cerámica, a las gomas elásticas,... Es decir, los niños no saben el esfuerzo que supone lograr un objetivo, los estamos educando en un mundo donde se les da todo hecho y además los padres, tíos, abuelos,.. hacen oídos sordos a otros niños que sí hacen la correspondiente cola y los miran divertidos como diciendo "¿no están por aquí tus padres para hacerte la cola?". ¿Pero sólo hacen la cola para su niño? Pues no, en la mayoría de los casos el niño en cuestión va acompañado de hermanos, primos o amigos, y es frustrante ver llegar, cuando estás próximo a llegar con tus hijos a su objetivo de diversión, al hijo del que tienes delante acompañado de otros tres o cuatro niños. ¡Y no se te ocurra decir nada! Porque además lo justifican y alguno hasta se pone borde.

     ¿Quién es el culpable? Bueno, podría achacarse a los padres por hacer lo indebido, pero creo que el fallo está en la propia organización que lo permite. Los niños deberían estar en la cola y, si son demasiado pequeños, que los acompañen su familia. Creo que ya empezó el año pasado el que en algunas atracciones repartan un número, como en la pescadería, o apunten a los niños en una lista de espera, y les dan una hora aproximada de acceso. Eso tampoco lo veo bien, ya que vuelven a ser los padres los que van corriendo a coger los dichosos números o a inscribirlos en la lista de espera. Y no es raro encontrarte con sorpresas como que al minuto de abrir las puertas ya no hay posibilidad de acceder a alguna atracción. Y es que son los propios animadores los que reservan a sus amigos o familia los números para acceder a su atracción.

     Abogo por que empiecen a hacer cola los niños, que sepan decidir si merece la pena o no esperar 40 minutos o una hora para subirse a una colchoneta hinchable, que valoren el esfuerzo (su esfuerzo - lo agradecerán de mayores) y que los padres sean meros espectadores. También debería haber un aforo limitado. Cualquier solución para evitar que los niños que hacen lo correcto salgan perjudicados.